miércoles, 16 de diciembre de 2009

El Poder de la Palabra ( I )


Se ha escrito y comentado sobre el poder de la palabra. Casi siempre en relación al efecto que la palabra produce en los demás, ya sea en forma de argumentación, ratificación o disuasión. Con formatos más o menos formales como la charla, el debate, el dialogo, la conferencia, el mitin o la soflama.

En todos estos casos, no queda ninguna duda de que la palabra hablada tiene su impacto en el receptor, aunque no siempre con el efecto que desearía el emisor.

Existe otro aspecto del lenguaje que no tiene que ver nada con la comunicación interpersonal (entre personas) es la comunicación con uno mismo, que podíamos llamar intrapersonal (este vocablo no existe en el diccionario, pero creo que es suficientemente claro).

En toda comunicación existe un emisor y un receptor. En la comunicación intrapersonal el emisor y el receptor son la misma persona pero con un matiz: dentro de cada persona se pueden distinguir dos elementos que interviene en dicha comunicación, el consciente y el inconsciente.

Sobre la existencia de estos elementos se pueden contemplar diferentes formatos de comunicación:

  • El dialogo interior, donde el consciente revisa un tema planteado y el inconsciente hace de moderador.
  • En este caso el consciente lleva a cabo una labor de planteamiento y resolución sobre un tema, pero el inconsciente interviene permanentemente interrumpiendo, puntualizando y ofreciendo posibilidades, todas ellas basadas en la información y en las órdenes de supervivencia que este guarda. En dicho contexto la persona obtendrá conclusiones basadas en los miedos, deseos, amenazas, pasiones, odios, afectos, etc., donde también intervienen dos elementos “deformantes” para la comunicación, el pasado y el futuro, permitiéndoles tener un peso muy importante en el dialogo, por lo que el planteamiento entonces girará en torno a hechos ya pasados o a hechos todavía no pasados, en resumen, dos escenarios irreales que solo existen en nuestra mente (uno porque “ya no existe”, el otro porque “todavía no existe”).

  • La reflexión, donde el consciente revisa un tema planteado y el inconsciente hace de receptor o ayudante pasivo.
  • En un caso parecido al anterior solo que aquí al inconsciente no se le permite intervenir activamente y solo actúa como oyente, o llegado el caso, para aportar algún recuerdo o información especifica. Las conclusiones en este caso son evidentemente “razonadas” y el inconsciente las registrará para su posterior uso.

  • El sueño, donde el inconsciente revisa y ordena los recuerdos, conceptos y sensaciones almacenados.
  • Para un correcto funcionamiento del cerebro, el inconsciente necesita de vez en cuando (durante el sueño fisiológico) confrontar la información que almacena, en cuyo proceso se revisan y ponen en valor las experiencias recién adquiridas y se ordenan y guardan ya clasificadas para su posterior uso. Si no se realiza este proceso la persona entra en un proceso de “locura” por el cual pierde al control sobre el inconsciente, el cual se desborda y se pierde entonces la frontera entre el mundo real y mundo del inconsciente (lo que también se llama el mundo imaginario).

  • La autosugestión, donde el consciente le habla expresamente al inconsciente.
  • Este es un proceso de autoindución por el cual la persona, mediante ciertos ejercicios, provoca la entrada especifica de información en el inconsciente desde el consciente, con el fin de conseguir un resultado concreto. Valga como ejemplo los procesos de meditación o las técnicas de “anclaje” de la PNL.