lunes, 26 de octubre de 2009

La Sinceridad


Hace algún tiempo pude observar que una de las peticiones más comunes de las mujeres hacía sus parejas era la Sinceridad. Esto a día de hoy no ha cambiado. Sigue siendo la petición más requerida.


Se podría deducir entonces que los hombres son tacaños en sinceridad, o que lo llevan en los genes, pero … ¿Es esto realmente cierto?.


Y las mujeres ¿Son todo lo sinceras que se supone?.


Como diría mi carnicero “Vayamos por partes”.


La sinceridad bien entendida es el modo de expresarse libre de fingimiento. Tal así lo describe el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.


Para que haya sinceridad entonces cabe suponer que tienen que haber:


  1. Alguien que se expresa

  2. Alguien que recibe esa expresión

  3. Un tema sobre el que expresarse


Pienso que la expresión aquí indicada no tiene forzosamente que ser oral, podría ser escrita, o podría ser mediante hechos.


¿Podemos decir, a priori, que los hombres fingen más que las mujeres? Tomándolo en sentido generalista, creo que no. Seguro que hay hombres que fingen más que sus parejas, pero no se puede aplicar esto como la generalidad.


Y al contrario ¿Podemos decir, a priori, que las mujeres fingen más que los hombres? Pues tampoco.


Entonces ¿Por que las mujeres solicitan más sinceridad a sus parejas? En esto tengo una teoría.


En los últimos años (no sabría cuantos pero sospecho que a partir de los 80 del siglo pasado) muchos científicos y pensadores están viendo que la conformación de la psique de las mujeres por su parte, y la de los hombres por la suya, tienen patrones comunes más allá de los tópicos y de las normas sociales heredadas. En el espacio de libertad personal y social que se ha venido viviendo desde la década de los años sesenta en el primer mundo, se ha podido contrastar que independientemente del nivel social, educativo, alimenticio o cultural, tanto los hombre como las mujeres adquieren ciertas pautas comunes a su genero.


Antropólogos y psicólogos están deduciendo que estas pautas son herencias ancestrales, imbuidas por la evolución durante miles y miles años.


Recientemente se han publicado libros divulgativos basados en estas diferencias “naturales” en los que se proponen que esas peculiaridades por razón del genero tienen un sentido dentro de la supervivencia de la especie, y forman parte del mecanismo de complementariedad y especialización necesario en la pareja humana.


De las obras más conocidas destaco “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus” de John Grey y “¿Por que los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas?” de Alan y Barbara Pearse.


Bien, pues según mi teoría basada en estos últimos planteamientos, al hombre no le falta sinceridad, no finge, sencillamente, no comunica.


Esto lleva a la mujer a pensar:


  • Si calla es porque oculta algo

  • Si oculta algo es porque no es “legal” (entendiendo aquí legal como verídico, aceptable, en definitiva, sincero)

  • Si fuera “legal” me lo contaría


Todo ello pensado genuinamente como mujer da como resultado entender el silencio del hombre como algo sospechoso. Si bien, esto no es aplicable a la totalidad de las parejas, es cierto que estas diferencias de base producen en la relación entre hombres y mujeres problemas más graves a medio y largo plazo. Esta falta de “sinceridad” permite que las mujeres elaboren teorías (no confirmadas, ni reales) que ponen al hombre en una situación incomoda, lo que provoca menos comunicación y menos “sinceridad”. Con el tiempo, este circulo vicioso va minando la relación, y puede llegar a ser causa de ruptura.


Debo explicar que no se debe entender con lo que he expresado que las mujeres se pongan en plan “paranoico” y vean cosas sospechosas donde no las hay. Sencillamente para una de las mitades de la pareja, el no comunicar suficientemente le resulta, como poco, “sospechoso”.


Pero en realidad esto también pasa en otros ámbitos de la sociedad. Si los gobernantes no comunican suficientemente que es lo que hace con los recursos públicos, donde se aplican y como, esto da que pensar que hay una mala gestión o corrupción. Lo mismo pasaría si fuera un club de futbol, una asociación benéfica o una empresa. La comunicación y la transparencia evitan las interpretaciones erróneas y especulativas, y esto es aplicable a todos los ámbitos.


Lo que no significa que en la pareja se tenga que decir todo, todo (porque realmente la mujer no dice todo). ¿O no?.


jueves, 15 de octubre de 2009

El Engaño


Hace ya tiempo que me produce curiosidad una característica del ser humano: el engaño.


Esa curiosidad es debida a que siendo algo habitual y de uso corriente -en algunos ámbitos más que otros-, las sociedades, y las personas que las formamos, han estigmatizado y perseguido este tipo de comportamientos en pro del equilibrio social, el progreso y el desarrollo del ser humano.


Con todo, y pese al avance de la civilización, no se puede decir que se halla conseguido un gran avance en este aspecto. Y me viene una cuestión a la mente ¿Para que el engaño?.


Para empezar a tirar de algún hilo, consulto del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. El vocablo "engaño" te remite a "engañar". De esta última palabra se dice en una de sus acepciones:


"Inducir a alguien a tener por cierto lo que no lo es, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas"

De esta no podemos deducir causalidad... pero, hay otra que dice:


"Cerrar los ojos a la verdad, por ser más grato el error"

Aquí si se puede percibir una causa, ".. por ser más grato el error". Se entiende que se cae en el engaño, así mismo o a otros, por una recompensa gratificante.


¿Que produce en este caso la gratificación? Posiblemente la causa es... para no hacer frente a la verdad sobre algo o alguien, que se presupone, debe ser más ardua y dura.


Y bien, si esto fuera así de simple, ¿Por que no engañarse permanentemente, sin cargo de conciencia, y sin estigma social o personal? La respuesta nos remite al inicio de este artículo. Para poder tener equilibrio social, progreso y desarrollo del ser humano.


La verdad, si la tomamos en términos absolutos puede llegar a perder sentido, pues siempre habrá una teoría o formula científica que la cuestione aunque sea a nivel de física cuántica. Para poder transitar en común con este concepto, nos referiremos como verdad en términos relativos, es decir, circunscribiendola al ámbito de referencia. De esta forma tendremos verdades científicas cuando han sido demostradas y probadas en laboratorios, verdades legales cuando han sido previamente legisladas, verdades sociales cuando han sido plenamente aceptadas, etc...


Existe en todo caso una verdad en el ámbito de la propia persona que no varía con el tiempo. Esta es la forma en la que nos comportamos y, para que lo hacemos. Y en este mundo interior y personal el engaño toma una dimensión diferente. En este caso, el engaño es ese elemento del comportamiento humano que distorsiona nuestro caminar por la senda de la integridad.


La integridad nos mantiene equilibrados y centrados en la positividad, o también en la productividad de nuestras vidas, y en el marco que supone darle un sentido a nuestra vida.


El engaño, incorporado a nuestro comportamiento pretendiendo un fin gratificante, tiene un carácter claramente destructivo. Por que ...


¿A quien engañamos, cuando engañamos, sino a nosotros?


Cuando se engaña a alguien, se provocan dos situaciones distintas:

  1. Decir a hacer algo que pretende, mediante la mentira, la obtención de un objetivo.

  2. Aunque esta es la parte practica del asunto, y aunque se consiga (o no) el objetivo, no deja de ser penoso conseguirlo sin haber llegado a el de forma positiva y abierta, es decir, sin haber ejercido la satisfacción del trabajo bien hecho.

  3. Utilizar un medio (la mentira) que inhabilita para ser responsables.

  4. Cuando se entra al uso del engaño como medio para obtener algo, se pasa a ser siervo del mismo, pues si lo que se quiere pretender es la obtención de una "recompensa gratificante" evitando las consecuencias (se supone que penosas) de la verdad, la ruptura de las reglas del juego pervierte la escena y escatima a la persona la libertad de elección, pues cada decisión que se toma a partir de ese momento no podrá ser en referencia a la "mejor opción", sino en referencia a "no destapar el engaño". Dicho de otra forma, no se asume la responsabilidad de obrar correctamente, por lo cual, se abdica de la responsabilidad, y se pasa a depender de las consecuencias que originan el engaño.


La expresión "es esclavo de sus mentiras" no nos es del todo extraña. Cuantas veces siendo niños hemos apreciado las desastrosas consecuencias finales de una mentira que, queriendo evitar un rapapolvo o un castigo, han acabado con un estado de permanente zozobra por el miedo a ser descubierto, cuando no, con un castigo mayor al destaparse la mentira (pues todo mentiroso acaba por ser descubierto, antes o después).


Y del autoengaño ¿Que?.. bien, eso será motivo de otra reflexión.