lunes, 26 de abril de 2010

Fanatismo y cambio

Fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.

Winston Churchill

Me llama la atención profundamente esta máxima de Churchill sobre todo por un matiz que considero revelador. Se trata de la expresión "no puede".

No soy partidario de considerar que una persona no pueda cambiar de opinión. Creo firmemente por razones lógicas y empíricas que el cambio en las personas es natural y permanente. Por lo tanto también creo que la persona que no cambia es porque está haciendo el esfuerzo de mantener inamovible una postura, idea o comportamiento a lo largo del tiempo. De forma natural, vivir supone una constante y silenciosa evolución, que implica, no solo a nuestro soporte material -el cuerpo humano- sino también a nuestra mente. Tal es así que no entenderíamos (no entendemos) que una persona de cuarenta años piense como un adolescente de quince, excepto si es causa de alguna cuestión patológica. Normalmente cada etapa de la vida conlleva una determinado enfoque vital acorde con las naturales pulsiones de desarrollo y supervivencia, en unos casos más acusadas y en otros menos. Para eso están las hormonas, las encimas y otros tipos de mecanismos biológicos que conforman los comportamientos y los mediatizan.

Ahora bien, está definitivamente demostrado que la influencia de la química de nuestro cuerpo y su influencia en nuestro cerebro, y por consiguiente en nuestro comportamiento y percepción del mundo, tiene también recorrido en sentido contrario. Las percepciones, la interpretación de la realidad y las vivencias que una persona tiene desde su nacimiento, influyen en el organismo de esa persona; esto es algo que conocemos como somatización.

Retomando el tema inicial del "no puede", abundo en dos aspectos.

  • Si realmente me llamó la atención esta frase es porque la primera vez que la leí mi mente me jugó una mala pasada y su lectura fue "Fanático es alguien que no quiere cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema". Debió de ser a causa de que la interpretación objetiva que apliqué entonces no terminaba de convencerme y mi subconsciente decidió "aclarármelo". Después, a sabiendas de que alguna pieza no encajaba, volví a releer la frase, ya sin distorsión. Mi conclusión es que el hombre, sí puede cambiar de opinión (como ya dije antes), pero entonces Sir Winston, debía de referirse a la imposibilidad de cambio por razón de la sociedad, la familia y sobre todo, del miedo.

  • Cualquier cambio, del tipo que sea, tiene un fin primigenio que es el de evolucionar "a mejor". Es por ello que la naturaleza del hombre le empuja a desarrollarse cambiando, dejando lo que no sirve y añadiendo lo que sirve. Es nuestro destino natural. No seguir en esta línea nos lleva al estancamiento, y por ende, a la decadencia o degradación. En este último caso es cuando se produce lo que podríamos llamar, "un cambio a peor". Por ello, si no queremos decaer, debemos asumir los cambios con naturalidad, y si esto nos produce vértigo o inestabilidad –algo que es normal e inherente a los cambios-, tendremos que hacerlos, sobre todo, con cabeza, y llegado el caso, con asistencia de alguien que nos pueda ayudar.